La huella ecológica o huella de carbono es un concepto que cada vez gana más terreno entre los consumidores, quienes ya no solamente eligen su vehículo en función del consumo de combustible y las emisiones que genera, o la aerolínea por la que viajan de acuerdo al carbono neutralizado por las millas recorridas o los focos y aparatos eléctricos de bajo consumo para sus hogares. Ahora también dirigen su atención hacia otros productos más comunes, como los zapatos, las botanas o la cerveza, pero también hacia los servicios.

La huella ecológica está siendo utilizada por empresas grandes y pequeñas en el mundo entero como una estrategia de competitividad para ganar la preferencia de sus clientes, pero también como respuesta ante las exigencias de los mismos.

¿Qué es la huella ecológica?

De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la huella ecológica empresarial es un indicador de la cantidad de gases de efecto invernadero generados y emitidos por una empresa durante el ciclo de vida de un producto o servicio a lo largo de la cadena de producción, incluyendo su consumo, recuperación al final del ciclo y su eliminación.

La huella ecológica, o huella de carbono, es el equivalente en gramos de bióxido de carbono (CO2) de los gases de efecto invernadero emitidos durante la producción de un producto o servicio, abarcando todas las fases del ciclo de vida del mismo, desde la producción de la materia prima hasta la fase de eliminación de los empaques en los que se entrega al consumidor.

En otras palabras, se refiere al total de superficie ecológicamente productiva necesaria para producir los recursos consumidos para la producción de los bienes y servicios, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de la localización de estas superficies. Incluye también factores como la proporción de energías renovables utilizadas en el proceso y la cantidad de componentes reciclados, biodegradables o reutilizables.

¿Por qué los consumidores se interesan cada vez más en la huella ecológica?

Siendo que en un mundo globalizado la oferta de los productos y servicios disponibles en el mercado es cada vez más equiparable en precio y calidad, los consumidores toman como factor decisivo de elección la incidencia que dichos productos y servicios tienen en el ambiente y la sociedad.

Por ejemplo, los consumidores estadounidenses y canadienses eligen productos y empresas social y ecológicamente responsables. En el caso de los británicos, el 66% de los consumidores buscan conocer la huella ecológica de los productos y servicios que consumen y casi la mitad están dispuestos a modificar sus hábitos de consumo para dar preferencia a productos y servicios con menor huella de carbono. El 55% de los alemanes, por su parte, estarían dispuestos a pagar un precio más elevado por productos y servicios con una huella de carbono neutra siempre y cuando la oferta fuera satisfactoria.

Ante esta perspectiva, muchas empresas han modificado sus prácticas ecológicas para proporcionar la información sobre la huella ecológica de cada uno de sus productos y servicios a sus clientes, logrando así ser reconocidas como empresas ambientalmente responsables y aumentar su credibilidad, así como aumentar sus ganancias.

La huella de carbono como estrategia exitosa en las empresas: casos de éxito.

Al inicio del artículo se mencionaba que los consumidores emplean criterios ambientales a la hora de seleccionar productos y servicios de uso común, como el calzado, las botanas e incluso la cerveza. No era broma.

La cadena británica de supermercados Tesco, propuso el etiquetado de cerca de 70,000 de sus productos de marca propia en venta indicando la huella de carbono de cada uno de ellos de manera sencilla, permitiendo así al consumidor comparar el valor de los productos con la misma facilidad con la que compara el precio o el valor nutricional. En tan sólo tres años desde la propuesta de esta iniciativa, Tesco fue reconocido como el minorista más comprometido con la huella de carbono. Su competencia, por su parte, se negaba a adoptar este tipo de etiquetas, argumentando que le preocupaba el exceso de etiquetas para los productos y la confusión que estas pueden generar en los compradores debido a los distintos métodos de cálculo de huella de carbono. Los resultados se reflejaron directamente en la preferencia de los consumidores, que mantuvieron su lealtad hacia Tesco.

La empresa de calzado Timberland, por su parte, utilizó una estrategia similar, aunque con un impacto mercadológico propio de sus productos. Incorporó una nueva etiqueta a sus botas, llamada “Our footprint” (Nuestra huella, en referencia a la huella ecológica), que posteriormente dio origen a la etiqueta “Green Index” (Índice Verde), la cual califica de 0 a 10 la forma en que sus productos contribuyen al desarrollo sostenible, basándose en tres criterios: impacto climático, reducción de agentes químicos y uso de recursos naturales. El objetivo es reducir los índices hasta llegar a un impacto de cero. Los precios de sus productos etiquetados no son más altos que antes por el hecho de ser ecológicos, lo cual ha generado aún mayor preferencia entre sus consumidores.

La marca de papas fritas Walkers tuvo un resultado diferente al implementar el cálculo de su huella ecológica para el etiquetado de sus productos. Durante el estudio que realizó para establecer la huella de carbono de sus productos, la firma descubrió que los agricultores hidrataban las papas de forma artificial para aumentar su peso, almacenándolas en cámaras humidificadoras que consumían grandes cantidades de energía y, como consecuencia, emitían más CO2. Esto tenía efectos adicionales en el procesamiento de la materia prima, debiendo freír más tiempo las papas para eliminar la humedad adicional y aumentando las emisiones de CO2 en más del 10%. Walkers implementó cambios que eliminaron procedimientos innecesarios y redujo su huella de carbono hasta en un tercio, ahorrando así 9,200 toneladas de emisiones de gases de invernadero y 1.2 millones de libras esterlinas en un año.

La compañía cervecera Sapporo Breweries Ltd, de origen japonés, etiquetó sus latas de cerveza Kuro Label con información sobre la cantidad de CO2 emitido durante todo el ciclo de vida de las mismas, desde el cultivo de la materia prima para la cerveza hasta el momento en que las latas son desechadas. Esta iniciativa ha servido al Ministerio Japonés de Economía, Comercio e Industria para crear una normativa para el cálculo y etiquetado estandarizados de las emisiones de carbono en las empresas.

Cierto, los ejemplos precedentes pertenecen a empresas extranjeras, y seguramente habrá muchos que piensen que en México aún estamos “a salvo” de esas exigencias. Pues bien, España pensaba lo mismo hasta hace algunos años, en que sus exportaciones a Europa se vieron afectadas por la exigencia de sus consumidores de contar con el método de evaluación Bilan Carbone®. En el mercado francés, los clientes exigen a las empresas españolas el cálculo de huella de carbono empresarial mediante este método, siendo el más extendido en Francia, donde más de 6,000 empresas lo utilizan por exigencias del mercado. España, por su parte, tuvo que dar una respuesta a esta misma exigencia a fin de no perder a sus clientes y se vio obligada a adoptar el método para realizar el cálculo de su huella ecológica.

¿Por qué mi empresa debería tener en cuenta la huella ecológica?

Vivimos en un mundo globalizado donde nuestros productos y servicios traspasan fronteras aún sin salir del país. Cada vez más gente cambia su lugar de residencia a un país extranjero y lleva con ellos sus preferencias y criterios de selección. Un americano o un canadiense, por ejemplo, preferirá un producto fresco en vez de uno enlatado, o un producto local a uno importado, siempre y cuando la calidad, el contenido, el precio y el embalaje correspondan con sus criterios. No comprarán un queso vendido a granel y empacado en unicel y plástico autoadherible si pueden optar por uno pre-empaquetado en papel encerado y en caja rústica de madera balsa. Y ante dos productos con la misma presentación y calidad, optarán por el producto local debido a la reducción de emisiones de carbono generadas por el transporte desde la fábrica hasta el punto de venta.

En México, muchas amas de casa cambiaron sus hábitos de consumo al preferir las conservas en empaque Tetrapack® por encima de las enlatadas. La razón fue de lo más simple: los empaques de cartón pueden aplastarse con facilidad y producen un menor volumen de basura, más fácil de manejar en un hogar y llenando menos bolsas, mientras que las latas ocupan más espacio, acumulan agua cuando las bolsas de basura se dejan en el exterior y luego chorrean todo el camino hasta el punto de colecta del servicio de recolección de basura.

Los cambios mundiales empiezan siempre en el mercado. Las modas, las tendencias, las normas de comercio e importación, los métodos de comercialización, todo, es definido en primera instancia por las preferencias de los consumidores. No podemos cerrar los ojos ni hacernos de oídos sordos ante los cambios que se avecinan. Cuando el viento cambia, es sabio ajustar las velas.

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Consultora ambiental internacional, prestando sus servicios en sostenibilidad ambiental, formación de personal y mitigación de impactos ambientales a distintas instituciones académicas, públicas y privadas de México, Costa Rica, Taiwán, Estados Unidos, Francia, Noruega y Gabón, entre otros. Licenciada en biología, con maestría en biología marina, especializada en ecología.